Las comarcas de la Comunitat Valenciana han experimentado un notable cambio en su paisaje entre 2024 y 2025, dejando atrás el tono marrón que había predominado durante años. Este cambio se ha visto impulsado por un aumento significativo en las precipitaciones, que ha permitido que el verde regrese con fuerza a la región. La sequía que afectó a gran parte de España entre 2022 y 2023 no fue tan severa en la Comunitat Valenciana como en otras regiones, pero sí dejó su huella, con una notable escasez de lluvias en diversas áreas. Sin embargo, el otoño de 2024 marcó un punto de inflexión, siendo el más lluvioso en 35 años, seguido de un marzo igualmente húmedo. Este fenómeno meteorológico ha llevado a que los embalses gestionados por la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) alcancen niveles de almacenamiento cercanos a dos tercios de su capacidad total, lo que representa el segundo mejor registro de la última década.
El impacto de estas lluvias ha sido visible no solo en los embalses, sino también en la vegetación. Las imágenes captadas por el satélite Sentinel-2 del programa europeo Copernicus muestran un paisaje valenciano que ha reverdecido notablemente. En comparación con las imágenes de mayo de 2024, donde predominaban tonos apagados, un año después se observan zonas de cultivo más verdes y áreas de matorral y bosque más densas. Este renacer vegetal ha favorecido el rebrote de especies autóctonas y el desarrollo de plantas herbáceas y anuales, lo que sugiere una recuperación del ecosistema local.
Sin embargo, este renacer tiene un reverso dramático. La misma dana que trajo consigo las lluvias abundantes también fue responsable de una devastación significativa. El 29 de octubre de 2024, este fenómeno meteorológico desbordó ríos como el Magro y el Túria, causando 228 muertes y pérdidas materiales millonarias. La cantidad de agua caída en solo 24 horas fue asombrosa, alcanzando los 1.412 hectómetros cúbicos, una cifra que se puede comparar con el volumen de 564.800 piscinas olímpicas. Este evento no solo tuvo un impacto humano devastador, sino que también dejó huellas visibles en el medio ambiente. Las imágenes satelitales revelan el daño causado por la dana, que cubrió de escombros y barro las playas de Valencia y parte de Alicante, deteriorando el paisaje costero y afectando al ecosistema marino.
El Parque Natural del Túria, que se extiende desde Sot de Chera hasta su desembocadura, también sufrió severamente. La recuperación de esta área será un proceso lento y complicado, ya que las imágenes del satélite muestran un paisaje alterado y dañado. En este contexto, el lago de l’Albufera presenta una situación aún más preocupante. Mientras el resto del paisaje ha pasado del ocre al verde, el lago ha experimentado un deterioro notable. Los residuos arrastrados por los barrancos, que incluyen aceites, combustibles y basura, han contaminado el agua y afectado la flora y fauna del parque natural. El color marrón que hoy domina el lago contrasta drásticamente con el azul verdoso que mostraba hace un año.
Además, la dana inundó 47.466 hectáreas de terreno agrícola en la Comunitat Valenciana, afectando especialmente a cultivos permanentes como los cítricos. Con un sistema de regadío y parcelario gravemente dañado, el paisaje que ahora se observa desde el espacio puede ocultar la realidad de parcelas abandonadas y colonizadas por vegetación espontánea, que ya no son aptas para el cultivo. Este cambio en el uso de la tierra plantea serias preocupaciones sobre la sostenibilidad agrícola en la región y el futuro de la producción alimentaria.
La situación actual en la Comunitat Valenciana es un reflejo de la complejidad de los fenómenos climáticos y sus efectos en el medio ambiente. Por un lado, la recuperación de la vegetación y el aumento de las reservas de agua son signos positivos que ofrecen esperanza para el futuro. Por otro lado, la devastación causada por la dana y la contaminación del agua en l’Albufera son recordatorios de que los desastres naturales pueden tener consecuencias duraderas y devastadoras. La gestión del agua y la recuperación de los ecosistemas dañados serán cruciales en los próximos años, ya que la región busca equilibrar el crecimiento y la sostenibilidad en un contexto de cambio climático y eventos meteorológicos extremos.