La Dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó Valencia el 29 de octubre de 2025 dejó una huella profunda en la comunidad, no solo por los daños materiales, sino también por la respuesta institucional que se dio ante la emergencia. La velocidad y eficacia de las comunicaciones entre las empresas de servicios y las autoridades locales fueron cruciales para gestionar la crisis. Este artículo explora cómo se desarrollaron los acontecimientos y las decisiones tomadas en un periodo crítico para la región.
La cronología de la emergencia comienza el 28 de octubre, cuando la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) emitió una alerta naranja debido a las previsiones meteorológicas adversas. En respuesta, Iberdrola, la empresa distribuidora de electricidad, decidió declarar la situación de alerta en la provincia de Valencia. Esta decisión implicó la activación de recursos adicionales y la comunicación con el 112 de Emergencias de la Generalitat para informar sobre la situación. En este contexto, la Universitat de València también tomó la decisión de cancelar las clases del día siguiente, anticipándose a la magnitud de la tormenta.
El 29 de octubre, la situación se tornó crítica. A medida que avanzaba la tarde, comenzaron a registrarse incidencias masivas en la red eléctrica, tanto en la red de Muy Alta Tensión (MAT) como en la de Media Tensión (MT). A las 16:30 horas, Iberdrola declaró la «situación de emergencia», activando de inmediato su comité de crisis. La comunicación entre los responsables de la empresa y la Consellería de Industria se intensificó, reflejando la gravedad de la situación. En un mensaje enviado a un alto cargo de la Consellería, el director de i-DE Redes Eléctricas Inteligentes, S.A.U., Guillermo Raga, informó que la alimentación eléctrica de la provincia se encontraba en un estado muy precario, con varias subestaciones ya fuera de servicio.
La situación se agravó rápidamente. A las 19:37 horas, un representante del Ejecutivo autonómico envió un mensaje alarmante a Iberdrola, informando que «Catarroja estaba arrasada» y que otras localidades como Utiel y Requena también estaban sufriendo graves daños. Este intercambio de mensajes es significativo, ya que muestra un cambio en la dinámica de la comunicación: hasta ese momento, era Iberdrola quien informaba a la Generalitat, pero en este caso, fue el Gobierno autonómico quien proporcionó una evaluación crítica de la situación. En cuestión de minutos, Raga respondió que ya había 80,000 personas sin suministro eléctrico, y la situación continuó deteriorándose.
A las 20:08 horas, justo antes de que se enviara un mensaje de alerta masiva a la población, el interlocutor de la Consellería de Industria expresó su preocupación por la situación y su necesidad de información para mantener informados a los altos mandos del Gobierno. A las 20:26, Raga actualizó el número de clientes afectados, que había aumentado a casi 125,000. La magnitud de la crisis se hizo evidente, y la respuesta institucional se puso a prueba en un momento de gran tensión.
La respuesta de las autoridades no se limitó a la gestión de la crisis eléctrica. La situación de emergencia también afectó a otros sectores, como el acceso a la central nuclear de Cofrentes, donde los trabajadores enfrentaron dificultades para llegar a sus puestos de trabajo debido a las inundaciones y las condiciones climáticas adversas. Este aspecto resalta la interconexión de los diferentes sistemas de infraestructura y la necesidad de una coordinación efectiva entre las distintas entidades involucradas en la gestión de emergencias.
La Dana del 29 de octubre no solo puso de manifiesto la vulnerabilidad de la infraestructura de la región, sino que también destacó la importancia de una comunicación clara y efectiva entre las empresas de servicios y las autoridades. La rapidez con la que se intercambiaron información y decisiones fue fundamental para mitigar los efectos de la tormenta. Sin embargo, también se evidenciaron áreas de mejora en la preparación y respuesta ante situaciones de emergencia, lo que podría ser objeto de análisis en futuras investigaciones.
A medida que las aguas comenzaron a bajar y la situación se estabilizaba, las autoridades locales y regionales se enfrentaron al desafío de evaluar los daños y planificar la recuperación. La coordinación entre diferentes niveles de gobierno y la participación de la comunidad serán esenciales para reconstruir lo que se ha perdido y para implementar medidas que prevengan futuros desastres. La experiencia adquirida durante la Dana del 29 de octubre servirá como un valioso recurso para mejorar la resiliencia de la región ante fenómenos climáticos extremos.
La importancia de la preparación ante desastres naturales no puede subestimarse. La Dana del 29 de octubre de 2025 es un recordatorio de que, aunque la naturaleza puede ser impredecible, la forma en que respondemos a sus desafíos puede marcar la diferencia entre una crisis manejable y una catástrofe. Las lecciones aprendidas de esta experiencia deben ser compartidas y aplicadas en el futuro, no solo en Valencia, sino en todas las regiones que enfrentan riesgos similares. La colaboración entre el sector público y privado, así como la participación activa de la comunidad, son elementos clave para construir un futuro más seguro y resiliente frente a los desafíos que plantea el cambio climático.